Tener una buena visión de la carretera es un factor clave en términos de seguridad vial. Resulta imprescindible controlar al máximo el entorno para reaccionar a tiempo en caso de detectar alguna situación imprevista que pueda acabar en accidente. Y en este sentido, la velocidad a la que circulamos toma un papel muy relevante, ya que cuanto más rápido viajamos menor es el ángulo de visión periférica que tenemos. De ahí que a ritmos elevados se hable del denominado efecto túnel en la conducción.
El símil viene dado porque cuando vamos por un túnel sus paredes impiden que recibamos estímulos de todo aquello que está fuera del mismo. Y en el caso de la conducción, a medida que aumentamos la velocidad perdemos capacidad de visión, ya que las imágenes periféricas son cada vez más difusas y el cerebro tiene más dificultades en reconocerlas. Y dichas imágenes son importantes, puesto que permiten identificar, por ejemplo, señales de tráfico, un animal que va a cruzar la carretera o un peatón que está caminando por el arcén.
Según el Colegio Oficial de Ópticos-Optometristas de Andalucía, a 35 km/h se abarca un buen campo visual de 104 grados. Esta cifra se reduce a 70º cuando se circula a 65 km/h, y a 42º cuando el velocímetro marca 100 km/h. En esta circunstancia la percepción se limita a objetos cercanos a la calzada o al carril anexo. Si nos movemos a 130 km/h, el ángulo es de 30º, por lo que empieza a notarse el efecto túnel, que reduce la percepción de señales, semáforos, peatones, animales y otros vehículos, así como disminuye la capacidad de reacción en situaciones de riesgo.
En el caso de pisar más a fondo el acelerador para alcanzar un ritmo de 150 km/h, el campo visual es extremadamente pequeño (18º), de modo que el conductor puede llegar a perder la visión periférica y ser incapaz de realizar evaluaciones acertadas de distancias y velocidades. Esta situación se conoce como “cataclismo perceptivo”.
Según explica la Dirección General de Tráfico (DGT) citando al catedrático en Seguridad Vial Luis Montoro, “si la velocidad es excesiva, aparecen, a nivel psicológico, ciertos efectos de enorme trascendencia para la conducción. El más evidente, el aumento en el nivel de activación, con cambios psicofisiológicos que redundan en la potenciación de la fatiga, incremento de las probabilidades de distracción y la aparición de respuestas emocionales de estrés y agresividad en algunos sujetos, con todos sus efectos derivados”.
Así pues, lo mejor para garantizar nuestra seguridad y la de los demás es conducir a ritmos adecuados, respetando siempre los límites máximos establecidos en cada vía. El Colegio Oficial de Ópticos-Optometristas de Andalucía recuerda que una reducción de velocidad de solo 10 km/h puede mejorar la visión periférica entre 7 y 10 grados.
Si estos datos son extrapolables a las motocicletas y realizando unas cuantas operaciones matemáticas para saber cual fuel el campo visual de Marc Márquez durante la carrera de MotoGP del gran premio de Qatar, en la cual estableció el récord de velocidad gracias a la larga recta de 1.068 metros alcanzando los 352 km/h, es mejor ni imaginárselo ya que seguramente entraría en la categoría de “legalmente ciego” como se cataloga a las personas con un campo visual inferior a 10º.